lunes, 15 de febrero de 2010

LEYENDA DE LA PRINCESA ICO

Zonzammas reinaba en Lanzarote por los años de 1377, cuando arribó a la isla, azotada por una borrasca, cierta embarcación española, a cago de Martín Ruiz de Avendaño, hidalgo vizcaíno. Los naturales le recibieron con una afabilidad y un agrado que no tenía nada de grosero, pues le hicieron muchos presentes de ganado, leche, queso, conchas y pieles. El mismo rey no sólo quiso que se hospedase en su palacio, que era un castillo construido de piedras de una magnitud portentosa, sino que viviese familiarmente con su mujer, la reina Faina. Esta tenía buena figura, Martín Ruiz era joven, galán, extranjero y no estaba vestido de pieles. A los nueve meses de su regreso a Europa dio a luz, la reina de Lanzarote, una niña blanca y rubia, que se llamó Ico, a la que todos negaban en secreto el epíteto de guaire o noble, reputándola por extranjera.

A Zonzammas le sucedió su hijo Timanfaya y a éste su hermano Guanarame que se casó con su hermana Ico y de cuyo matrimonio nació Guadarfía que debería reinar, pero su derecho de sucesión al trono fue disputado por un partido poderoso. Todo el maligno vulgo había creido siempre que, no siendo Ico hija del rey Zonozomas, sino de su huésped Martín Ruiz, era muy equivoca la nobleza de Guadarfía y, no siendo Ico hija del Rey Zonzammas, y por consiguiente, incapaz de suceder a la corona.

Esta oposición hubiera fomentado alguna guerra, si la junta de los nobles del reino no hubiese tomado, una resolución decisiva. Se dio orden para que la reina Ico justificase su nacimiento y calidad, por medio de la prueba del humo, para cuyo cruel experimento debía ser encerrada dentro de un aposento muy reducido, acompañada de tres villanas, donde se haría un humo continuado capaz de sofocarlas, de manera que, si moría la reina del mismo modo que las villanas, esta sería una demostración concluyente de su poca nobleza; si sobrevivía sería reputada por noble.

Compadecida cierta viejecita de la triste situación de la reina, la visitó en secreto, bajo el pretexto de consolarla, y la advirtió que para preverse del humo llevase consigo oculta, pero bien cargada de agua, una grande esponja, contra la cual respiraría y con cuya humedad se refrigeraría las fauces.

Ico abrazó el consejo y cuando llegó el caso de sufrir fumigaciones, conoció toda su utilidad, pues las tres villanas murieron sofocadas y ella triunfó del humo y de la preocupación de sus súbditos. Desde entonces quedó demostrada su real nobleza y no hubo para Ico honores más que aquellos que acudieron a sacarla de la reclusión y a proclamar por rey a su hijo Guadarfía

CONQUISTA DE LA ISLA DE LA PALMA

Alonso Fernández de Lugo, que se casaría con Beatriz de Bobadilla, viuda de Fernán Peraza, es disignado como capitán general en la conquista de la Palma y Tenerife. Lugo prefiere comenzar por La Palma. Los colonizadores herreños mantenían ya relaciones con los palmeros.


Desembarcan en las playas de Aridane. Allí gobernaba el bondadoso principe Mayantigo, que acepta la propuesta de paz, de reconocimiento de los Reyes Católicos, de cristianizarse y de conservar las mismas libertades que los españoles ofrecida por Lugo. Los demás principes de la isla también fueron cediendo al observar el respeto del acuerdo.


La primera resistencia la opusieron los hermanos Jarigua y Garehagua, en el territorio de Tigalate (desde la Villa de Mazo hasta Breña Baja), pero fuerron vencidos y otros principes se sometieron también. Fernández de Lugo se retira a Tazacorte en invierno, sometida ya toda la isla, excepto el distrito de Aceró, en la Caldera de Taburiente, donde reinaba Tanausú. Los ataques a la Caldera fueron desgraciados para las armas españolas.


El conquistador ante la dificultad, propone un pacto. Tanausú desea que primero se retire con las tropas a Aridane. Así lo hacen, pero cuando van a conferenciar, Lugo da la señal de ataque y por sorpresa vence a Tanaursú y a sus hombres.


El día 3 de Mayo de 1493 termina la conquista de la isla de La Palma. Tanausú es llevado prisionero con otros hacia españa, pero prefiere morir de hambre en el barco no comiendo antes de servir como esclavo.


Alonso Fernández de Lugo